viernes, 22 de abril de 2011

miércoles, 20 de abril de 2011

UN CUENTO DE AMOR

GERARDO Y EL MAR





Gerardo se fue de vacaciones con sus abuelos y su tío Alberto a Mar del Plata.

Nunca había ido al mar; él y su familia vivían en la provincia mediterránea de Tucumán, en la zona de las colonias, “Lote 12”, en Santa Ana: verdes frondosos, abundancia de calor y color, mosquitos con dientes y documento de identidad, y atardeceres selváticos y húmedos maravillosos.

Pero mar… nada.

Así que como decía Eduardo Galeano en uno de sus cuentos, cuando llegó con sus doce años a la orilla del mar y pisó la arena suave, le pidió a su tío Alberto “que le ayudara a mirar”…

¿dónde terminaba aquello?
¿había países del otro lado?
¿cuánto tardaba un barco en llegar a algún lado?
¿había tiburones ahí?

El tío prometió que irían todos los días, aunque los abuelos se quedaran a dormir la siesta… sólo si llovía, buscarían otro programa.
Y como si un duende pícaro lo hubiera escuchado, sonó un trueno que les retumbó en el corazón y cayó la primera gota de un chaparrón que se extendió los diez días que duraron las vacaciones.

El primer día jugaron a las cartas, a los dados, al ajedrez, comieron tortas fritas con mate, vieron Boca-River por televisión y decidieron que los próximos días serían mágicos de verdad.
La abuela recordó que en un viaje de su juventud había ido a una linda biblioteca, llena de libros hermosos con unos sillones muy cómodos y que te daban galletitas si te quedabas quietito leyendo, sin hacer ruido.
Gerardo levantó sus ojos mirando al cielo y pensó que nada podía empeorar, hasta que el tío Alberto dijo que “SÍII”, que él la conocía, y que tal vez todavía daban galletitas!!

“¿¿¿¿Es que nadie en esa familia se daba cuenta que ya tenia doce años y que lo único que él quería era estar en el mar aunque lloviera???!!!”

Pensó que una buena postura sería decir que sí a la biblioteca para pasar rápido por el mal trago y al día siguiente POR FIN!! al mar, con rayos y centellas, nada importaba…

Después del desayuno, los cuatro fueron juntos a la biblioteca, la abuela creyó que el buen ejemplo de ir “todos” a buscar un libro para leer en ese tercer día de lluvia, sería “contagioso”, aunque el libro quedara apoyado en la mesa de luz y debajo de la caja de alfajores de dulce de leche, que el abuelo quería cerca, para comerse uno antes de irse a dormir.

Al entrar, una señora joven y regordeta de caderas anchas como el mismo mar (según Gerardo, que no podía quitarse la imagen de inmensidad de su cabeza y todo tomaba esa dimensión…), los atendió. La abuela pidió “uno finito y de letra grande”, porque tengo pocos días para leerlo, aclaró. Tío Alberto dijo que él sólo iba para acompañar y cuando Gerardo estaba por pedir, la abuela sugirió:

- para él, MOBY DICK.

“Moby Dick????... no era suficiente frustración la lluvia?”.

La bibliotecaria gordita, sabia y mágica, dijo que a Moby Dick, se lo habían llevado más temprano, dispensándole a Gerardo una miradita cómplice y preguntándole, qué otro prefería.

- uno de terror y de suspenso con muertos de verdad – dijo Gerardo mirándola fijo a los ojos, intentando la misma miradita cómplice y sabiendo que no se iría con nada menos que eso.

- Mmmmmm… - dijo la bibliotecaria gordita y sabia – creo que el único que tengo no es para tu edad, de hecho está en un sector de la biblioteca donde hoy no tengo acceso y es un libro para leer sólo aquí.

Gerardo pensó que “ese” era el único libro que necesitaba y que era capaz de encerrarse en la biblioteca todas las vacaciones, aunque el mar estuviera a cuatro cuadras, tentándolo con su “solo estar”…

Al día siguiente con una autorización firmada por tío Alberto, Gerardo fue a pasar la tarde a la biblioteca.
Detrás de la puerta naranja con un pequeño cartel que decía “NO PASAR” estaba lo que deseaba.
La bibliotecaria preguntó si necesitaba compañía o si se quedaría solo a leer ese libro, y Gerardo intentando ser educado, le dijo que él ya era grande, si no sus papás no lo hubieran dejado ir al mar.

Ella abrió la puerta y el olor al agua de mar le invadió todos los sentidos. Descubrió en un segundo que no se necesitaban los ojos para sentir el mar. Una inmensa ventana que daba directo a la playa se desplegaba ante él, y junto a ella, una mesa y una silla lo invitaron a entrar.
Gerardo se acercó a la mesa sin dejar de mirar la inmensidad salada; al bajar la vista vio sobre ella un libro: MOBY DICK.

La bibliotecaria, lo miró fijo a los ojos, y le dijo:

- es una versión para adultos y tiene muertos de verdad. Te dejo solo para que disfrutes todo.


María Fernanda Gutiérrez


¿ELEGIDOS?... TODOS.

Siempre creí que sólo algunos seres tenían el “don” de escuchar a Dios, a los Maestros, a los Ángeles… y que por supuesto, eso los hacía seres diferentes, superiores.
No fue hace mucho que entendí que ese Dios, esos Maestros, están en todos nosotros, que nadie es especial y que TODOS LO SOMOS!!


Esa pequeña o gran luz que nos habita no es otra cosa que Luz Divina por lo cual nuestro canal de comunicación siempre está abierto, para decirlo en términos actuales: “siempre tenemos señal”. No es cuestión de antenas, si no más bien de “decisiones y confianza”, y de querer escuchar lo que tienen para decirnos. Cuando realmente dejemos de ponernos en jueces que deciden quién es apto para “escuchar”, “recibir” o “dar la palabra” y reposemos en los brazos amorosos de la Divinidad que nos creó, admitiendo ser partes de esa Divinidad… dignos hijos, sabias partes de este perfecto y mágico Universo… en ese momento, nuestra luz brillará con más intensidad, nos volveremos más mansos y dóciles porque el amor pasará a colmar todo lo que somos, imaginamos y seremos.
En ese momento, comenzaremos a saber que nadie nunca nos “inhabilitó” a escuchar.
En ese momento, el diálogo se hará fluido y necesario, y las horas de conversación con Maestros y Guías podrán volverse un acto cotidiano y bello como, amasar un pan en nuestra cocina, enseñar a leer a un niño o “concebirlo”.
En ningún libro sagrado dice que no podemos comunicarnos. Lejos de eso, sí nos recuerdan que están atentos y vigilantes, que esperan que nos amemos como ellos nos aman… y tal vez por eso, me he dado permiso a mí misma de hacer algunas preguntas, que por supuesto me fueron respondidas.


No voy a decirles que esto ocurrió de la noche a la mañana, este fue un proceso de “comunión y confianza”; mágicos instantes que tuve que aprender a leer… coincidencias, que aprendí, no lo eran… y certezas de que mi alma era tan bella y suave como la de esta piedra que sostengo, la del árbol que me repara de la lluvia o la de Dios.


Cuando entendí todo esto, puse la pava, preparé el mate con una cucharadita chica de azúcar (sólo para el primero) y pregunté:

¿Qué es el DAR?


El DAR es la ofrenda, es el momento en el que ustedes se abren literalmente. Vistos desde aquí, son un bello campo florecido… hay mucho capullos que no pueden abrirse, que están verdes aún. Me gustaría mencionarte que cada vez que un capullo se abre, que los pétalos exteriores de ustedes se mueven un poco dejándonos ver los pétalos internos y la paleta de colores que posee esa flor que “son”… para nosotros es una fiesta… cada vez que eso ocurre, aquí suena una música Divina que nos provoca un bienestar inmenso y es como si la armonía planetaria se sincronizara por unas décimas de vuestros segundos… Paradójicamente, esos segundos, que para ustedes obran como un destello, para nosotros son días y días de suave y cálida perfección y alivio.
El DAR es la comprobación de que estamos conectados, que ustedes reconocen su propia Luz, saben que son parte de un todo… el dar desde el amor real y desinteresado, es el momento en que todo se comprueba, se demuestra, en que todo vuelve a su cauce, para demostrar que todos somos UNO.





¿Y entonces, qué es el RECIBIR?

De la misma manera, el dar tiene un hermano, que es el RECIBIR… hemos comprobado que muchos de ustedes tienen una curiosa forma de DAR… por un lado, lo hacen en forma desinteresada y desde el AMOR UNIVERSAL que nos UNE y por otro esperan una retribución inmediata; pero cuando ocurre el “recibir”, el momento en que no debieran esperar nada, pero igual “les llega”, por simple ecuación armónica universal, no pueden recibirlo, no admiten ser merecedores de ESO que está allí para ustedes.
Tal vez esto tenga que ver con diferentes situaciones. Primero con una no comprensión del AMOR real del que indudablemente debemos seguir hablando, pero también tiene que ver con una cuestión “temporal”. Ustedes aún no entienden el tiempo. El tiempo es algo que ha sido creado por ustedes. Aquí para nosotros, no existe. No es un elemento de medida de nada. Ustedes que practican la “división” como algo cotidiano, han provocado reglas de convivencia que varían según en qué sector del planeta se ubiquen o en qué momento de “ESE TIEMPO” hayan reencarnado. Desde ese lugar miden el tiempo arbitrariamente. El tiempo es perfecto pero aún no lo han comprendido, entonces crean tablas de medición que son imperfectas, que son contra natura, imposibles de llevar adelante y aparecen paradojas imposibles de explicar cómo: “el hoy y el mañana”, “el pasado”, “detener el tiempo”… ni ustedes mismos comprenden lo que viven. Es un tema complejo en el que se han enredado y sería bueno que lo suelten, para poder dejar de medir todo lo que les ocurre. Tal vez por esto a veces se les complica RECIBIR… sienten que no son merecedores de determinada forma de amor, o de alegría, o de un momento de esplendor… todo lo que reciben, se gestó en algún tiempo de su dar. El DAR y RECIBIR es algo que está en permanente equilibrio. Ustedes no pueden medirlo ni controlarlo. Lo único que les pedimos es que lo liberen, lo suelten…y que crean!!
Son merecedores y responsables de ese dar y recibir… porque también les compete una, responsabilidad, no como obligación, sino como sentirse parte de este TODO del que somos parte. La misma responsabilidad que nos compete a nosotros, el estar vigilantes y amorosos con ustedes que tanto nos están enseñando desde donde están… esa responsabilidad, la tienen ustedes para con ustedes mismos. “Empezando por casa”. No deben olvidarse que cuando les pedimos que amen a su hermano… estamos diciendo, AMENSE A USTEDES MISMOS.