Cuando
empecé a contar cuentos ya cocinaba... bueno, pensándolo bien si contabilizo
aquel cuento escrito a los seis años, aún no. Tomandome la licencia de cierto
tiempo, la cocina llego primero y
después las ganas de contar qué me pasaba a mi en aquel santuario. En algún
momento los senderos se juntaron, los idiomas se igualaron, era lo mismo amasar
un pan que la escena de una partida, y salpimentar un lomo fue como poder
separar la sal de las lagrimas de una princesa para que transmutaran en
pequeños diamantes de amor.
Un día
los cuentos pasaron al primer lugar y ya sólo cocinaba para mis afectos, pensé
que eso estaba bien igual y seguí adelante… en ese instante, aprendí a
escuchar. Y ustedes dirán... "todo el mundo escucha"... no se crean.
ESCUCHAR es algo donde uno pone el deseo de hacerlo, no es oir, no es estar ahí, no es dar nada por sentado. Uno de los seres más profundos que escuché fueron las PIEDRAS, y muchos saben que es así.
Por aquellos días me iniciaba en el descubrir los Registros Akashicos y bastante antes había entendido que el Reiki era una forma de sanación con la que comulgaba... y que cada human@ elegía su propia forma de sanar.
A las mujeres nos ocurre algo particular con eso, ya que mandatos de siglos y siglos de historias contadas a medias y otras con versiones distorsionadas, nos corrían de un lugar natural de comprensión del entorno, de sensibilidad con nuestro habitat y nuestros semejantes. Eso nos hizo siempre tener la conciencia de sanación a flor de labios y a flor de piel.
Sin duda por eso, soy fiel a mi forma de sanar... he aprendido mucho de las palabras y también de los silencios; he aprendido que hay formas bellas de hilbanarlas, de tejerlas, como para poder con ellas vestirnos y abrigarnos. Encontrar la manera perfecta en ese abrigo, será por fin haber aceptado nuestro propio cuento, nuestra propia historia...
Los invito a acercarse a "20 CUENTOS IGUALES o casi", o a compartir una tarde del TALLER DEL RELATO y descubrir sus propios cuentos.
MARÍA FERNANDA GUTIERREZ
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