ESTA NOTA LA ESCRIBÍ A LAS HORAS DE HABER NACIDO CLARITA... y ella está creciendo, ayer miraba sus ojos oscuros y su ser cada vez más sabio, femenino y sereno, explicando a quién quiera escucharlo, qué es ser niño, qué es un ser vivo, qué es ser alma que vuela hacia si misma para ser con los otros... eso, más o menos vienen a enseñarnos estos pequeños niños que siguen llegando a nosotros como regalo de un tiempo que MERECEMOS. Como enseñanza de que no estamos viviendo en la incertidumbre de lo que no es, sino en el dulce despertar de nuevas formas: sencillas, amorosas, plenas.
Hemos enredado tanto nuestros días que por eso nos cuesta entenderlo...
Volvamos a la fuente... volvamos a escucharlos... a escucharnos...
Podemos. Estamos transitando un tiempo que lo amerita y nos los obsequia.
MERECEMOS REPOSAR EN EL ENCUENTRO CON LAS NUEVAS FORMAS... DISFRUTEMOS DE ELLO.
ENTREGUEMOS.
ENTREGUEMONOS...
A las 17.27 de un 30 de marzo, nació Clarita.
Su mamá, mi amiga Maru, hizo muchas cosas para que ella naciera, y no me refiero a las dos horas de parto o las cinco de preparto. Tampoco al trabajo en conjunto que realizó con Rubén y Mónica, su médico y partera.
Hablo del día qeu tomó la decisión de ser mamá. Hablo del día que su necesidad de que Clarita existiera, la llevó a ser más valiente de lo que alguna vez había sido.
No tengo la más remota idea de cómo se le cuenta a un hijo que su papá fue tomado de un banco de esperma; como tampoco sabría explicarle porqué algunos hijos tienen dos mamás o sólo un papá... o a nadie...
Supongo que debe ser parecido a explicarle a un adulto que no todas las mujeres desean tener un hijo y que algunas, después de parir deben entregarlos en pos de una vida supuestamente mejor, porque no se encuentra otra salida, o se los cria, aunque no haya con qué.
Las posibilidades son tantas como vidas llegan a este mundo. Y a pesar de tener tantas respuestas y tantas vidas llegando por estos días, pareciera que aún no hemos podido detenernos a disfrutar y valorar esa magia.
No hablo de cuestiones filosóficas, ni sociales o psicológicas, ni tampoco de banderas apasionadas de movimientos en "pro o en contra"..., hablo de la gratísima e inmensa felicidad de haber visto la llegada de otro ser humano a esta Tierra.
Su nombre es Clara, su pelo pinta rojos, sus ojos hablan un idioma que debemos aprender, y su corazón intenta avisarnos que viene cargado de sabiduría de otros lares y que fue sembrado como la buena tierra para que sepamos cosecharlo y leerlo todo lo que sea necesario.
Se llama Clara y le decímos Clarita, conversé con ella casi una hora, a sus treinta y tres minutos de nacida y aún estoy atrapando, los cuentos que me contó.
MARIA FERNANDA GUTIERREZ
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